El guía Xiao Tang cuidó mucho de todos los miembros del grupo durante todo el viaje, atendiendo tanto a los que hablaban inglés como mandarín, lo cual no es tarea fácil. La suntuosidad del Castillo de Himeji hace que merezca la pena visitarlo; los alrededores de Arima Onsen, ya sean los baños públicos de pies que hay por el camino o las pequeñas tiendas, merecen una mención especial. La única pega fue que el tiempo no acompañó y no pudimos disfrutar de la puesta de sol sobre Kobe y Osaka desde el Monte Rokko. En general, el viaje mereció muchísimo la pena.